Cuentan hoy que las administraciones reducirían un 30% su gasto usando Internet. Se trata de un estudio elaborado por la fundación IDEAS, del PSOE.
Yo no soy muy ducho con análisis de este tipo, así que no puedo entrar a valorar si ese 30% es ajustado o no; lo que sí tengo claro es que en casi todos los ámbitos se pueden reducir gastos gracias a Internet.
El sistema para reducir este gasto es bien sencillo: llevar los procesos a Internet. La administración, con más o menos éxito o fracaso según el caso que se estudie, ya hace un uso bastante amplio de la Informática en sus procesos. Sin embargo este uso se ha hecho tradicionalmente en forma de aplicaciones de escritorio que se ejecutan muchas veces localmente y otras veces contra servidores dentro de la Intranet (bien en una arquitectura de servidor grueso, con el servidor de aplicaciones bastante cargado, o bien en una arquitectura cliente grueso, con el servidor de aplicaciones reducido a un almacén de datos). Solo en algunos casos se accede a servidores en Internet compartidos por varias administraciones o entidades de la misma administración.
El problema era que las aplicaciones desarrolladas se iban quedando obsoletas, pero los cambios requieren, en general, actualizaciones en todos los equipos. Este modelo es lento, pues aunque se automatice esta actualización, se parte de una filosofía mucho más estática. Además este modelo se opone a la integración de sistemas y a la unificación.
Frente a este modelo, las aplicaciones web plantean grandes ventajas:
1.- Por su concepción una aplicación web es un sistema vivo: cambia constantemente, de forma gradual y mediante la incorporación de pequeñas funciones y novedades. Esto permite una adaptación paulatina de los usuarios al tiempo que, por su filosofía, asegura una continua adaptación de los sistemas.
2.- Del mismo modo, también por su propia naturaleza, facilita e incentiva la interconexión de distintos sistemas, el uso de fuentes comunes de datos y el intercambio de información. Los conceptos de Web Services están asociados a las aplicaciones web desde su nacimiento.
Estas dos ventajas no son exclusivas de las aplicaciones web: se podría extraer lo mismo de aplicaciones tradicionales de escritorio. Sin embargo, como he dicho, se trata de una cuestión de filosofía y concepción. El propio analista, cuando se enfrenta a un sistema desarrollado en forma de aplicación de escritorio, que requiere compilación, instalación, etc; percibe el todo como algo mucho más estático. Cuando lo que tiene delante es una aplicación íntegramente ejecutada en un servidor que él controla, en un entorno en que en la mayoría de los casos no es necesario si quiera un proceso de compilación, y en el que Internet es el canal constante de comunicación; el mismo analista percibe el conjunto como una entidad en constante desarrollo y con posibilidad de interconectarse con otras de forma casi transparente.
Por otro lado, existen otras ventajas exclusivas de las aplicaciones web: reducción de requisitos en los equipos informáticos (con un navegador nos basta), deslocalización del acceso (puedes trabajar desde cualquier lugar, no es drástica una mudanza o una redistribución de los puestos de trabajo, se puede acceder a información in-situ desde los lugares de reunión, etc), uniformidad en las interfaces (los elementos propios de las interfaces web son comunes a todos los sistemas), existencia de estándares de accesibilidad y promoción de la usabilidad...
Todas las ventajas anteriores repercuten, en definitiva, en una reducción del gasto que una administración, de la misma forma que una empresa, tendría que enfrentar.
Sin embargo esta no es ni debe ser una receta mágica contra la crisis. Se trata de un ahorro que comienza con un gasto, y por tanto debe ser enfrentado con precaución, más cuando lo que se pone sobre la mesa es el dinero de los contribuyentes.
El primer planteamiento erróneo es el pensar que con una inversión inicial en el desarrollo de las aplicaciones es suficiente. Esta inversión inicial debe venir acompañada de contratos de mantenimiento y soporte, de formación continua y constante a los empleados, y de un permanente trabajo de modernización y adaptación de los procesos. Es decir, es necesaria una inversión inicial, pero también una inversión constante para mantener vivos los resultados.
El segundo planteamiento erróneo es probablemente el pensar en grandes empresas y consultoras, gigantes del desarrollo del software, que puedan realizar estos sistemas. Muy al contrario, la pieza clave debe ser la pequeña empresa con un marcado carácter local.
Se trata de invertir la forma en la que se percibe una entidad: los que mandan ahora son los usuarios de los sistemas, que en este caso serán tanto los ciudadanos como los funcionarios que harán uso de los sistemas. Es importante que formen parte del puzle, y ello asegura que la uniformidad es algo difícil de conseguir. No se puede plantear el desarrollo de un sistema único para todas las administraciones porque cada una, en cada localidad, tiene sus peculiaridades que deben ser oídas y consideradas.
Solo en los puntos clave será necesario establecer elementos comunes a varias administraciones, en forma de sistemas en entidades superiores de la administración que, mediante mecanismos que garanticen la seguridad, permitan compartir información con otros subsistemas. El resultado será por tanto no un gran sistema sino muchos sistemas pequeños e independientes que interactúan entre ellos en donde es necesario.
En un modelo de este tipo las grandes consultoras no solo no pueden ser competitivas sino que no pueden realizar con éxito el proyecto.
Y aquí además es dónde se debe apelar a la misión economico-dinamizadora de la Administración Pública: las administraciones públicas tienen la misión de invertir el dinero y conducir el gasto de forma no solo responsable sino además positiva para el bienestar de la sociedad y de los modelos económicos y de mercado del país. Es decir: no se puede volver a cometer el error de reconducir el gasto público hacia grandes monopolios, o hacia sectores condenados a muerte. Hay que fortalecer el tejido empresarial y la economía del país aprovechando el gasto público, no incrementándolo gratuitamente, sino conduciéndolo en la dirección correcta.
El modelo que a mi parecer, sin ser un experto, puede hacer a España fuerte, es el de pequeñas empresas, muy competitivas. En este modelo ninguna empresa soporta un peso específico excesivo, y por las características del mercado, todas son dinámicas y flexibles y se adaptan al medio para asegurar la supervivencia. Desaparecen los grandes riesgos, la riqueza se reparte de forma más equitativa (porque el beneficio por empleado se reduce drásticamente) y se dificulta la evasión fiscal (las pequeñas empresas no montan sociedades de inversión ni otros mecanismos de evasión o reducción de la presión fiscal).
La modernización de la administración, bien planteada, puede ser el mejor motivo para alimentar este modelo de tejido empresarial basado en pequeñas empresas, aprovechando la reconversión de los procesos de gestión y su adaptación a Internet para reconducir el gasto (que, no lo olvidemos, terminará retornando en un ahorro) hacia muchas pequeñas empresas que puedan realizar estas tareas.
Yo no soy muy ducho con análisis de este tipo, así que no puedo entrar a valorar si ese 30% es ajustado o no; lo que sí tengo claro es que en casi todos los ámbitos se pueden reducir gastos gracias a Internet.
El sistema para reducir este gasto es bien sencillo: llevar los procesos a Internet. La administración, con más o menos éxito o fracaso según el caso que se estudie, ya hace un uso bastante amplio de la Informática en sus procesos. Sin embargo este uso se ha hecho tradicionalmente en forma de aplicaciones de escritorio que se ejecutan muchas veces localmente y otras veces contra servidores dentro de la Intranet (bien en una arquitectura de servidor grueso, con el servidor de aplicaciones bastante cargado, o bien en una arquitectura cliente grueso, con el servidor de aplicaciones reducido a un almacén de datos). Solo en algunos casos se accede a servidores en Internet compartidos por varias administraciones o entidades de la misma administración.
El problema era que las aplicaciones desarrolladas se iban quedando obsoletas, pero los cambios requieren, en general, actualizaciones en todos los equipos. Este modelo es lento, pues aunque se automatice esta actualización, se parte de una filosofía mucho más estática. Además este modelo se opone a la integración de sistemas y a la unificación.
Frente a este modelo, las aplicaciones web plantean grandes ventajas:
1.- Por su concepción una aplicación web es un sistema vivo: cambia constantemente, de forma gradual y mediante la incorporación de pequeñas funciones y novedades. Esto permite una adaptación paulatina de los usuarios al tiempo que, por su filosofía, asegura una continua adaptación de los sistemas.
2.- Del mismo modo, también por su propia naturaleza, facilita e incentiva la interconexión de distintos sistemas, el uso de fuentes comunes de datos y el intercambio de información. Los conceptos de Web Services están asociados a las aplicaciones web desde su nacimiento.
Estas dos ventajas no son exclusivas de las aplicaciones web: se podría extraer lo mismo de aplicaciones tradicionales de escritorio. Sin embargo, como he dicho, se trata de una cuestión de filosofía y concepción. El propio analista, cuando se enfrenta a un sistema desarrollado en forma de aplicación de escritorio, que requiere compilación, instalación, etc; percibe el todo como algo mucho más estático. Cuando lo que tiene delante es una aplicación íntegramente ejecutada en un servidor que él controla, en un entorno en que en la mayoría de los casos no es necesario si quiera un proceso de compilación, y en el que Internet es el canal constante de comunicación; el mismo analista percibe el conjunto como una entidad en constante desarrollo y con posibilidad de interconectarse con otras de forma casi transparente.
Por otro lado, existen otras ventajas exclusivas de las aplicaciones web: reducción de requisitos en los equipos informáticos (con un navegador nos basta), deslocalización del acceso (puedes trabajar desde cualquier lugar, no es drástica una mudanza o una redistribución de los puestos de trabajo, se puede acceder a información in-situ desde los lugares de reunión, etc), uniformidad en las interfaces (los elementos propios de las interfaces web son comunes a todos los sistemas), existencia de estándares de accesibilidad y promoción de la usabilidad...
Todas las ventajas anteriores repercuten, en definitiva, en una reducción del gasto que una administración, de la misma forma que una empresa, tendría que enfrentar.
Sin embargo esta no es ni debe ser una receta mágica contra la crisis. Se trata de un ahorro que comienza con un gasto, y por tanto debe ser enfrentado con precaución, más cuando lo que se pone sobre la mesa es el dinero de los contribuyentes.
El primer planteamiento erróneo es el pensar que con una inversión inicial en el desarrollo de las aplicaciones es suficiente. Esta inversión inicial debe venir acompañada de contratos de mantenimiento y soporte, de formación continua y constante a los empleados, y de un permanente trabajo de modernización y adaptación de los procesos. Es decir, es necesaria una inversión inicial, pero también una inversión constante para mantener vivos los resultados.
El segundo planteamiento erróneo es probablemente el pensar en grandes empresas y consultoras, gigantes del desarrollo del software, que puedan realizar estos sistemas. Muy al contrario, la pieza clave debe ser la pequeña empresa con un marcado carácter local.
Se trata de invertir la forma en la que se percibe una entidad: los que mandan ahora son los usuarios de los sistemas, que en este caso serán tanto los ciudadanos como los funcionarios que harán uso de los sistemas. Es importante que formen parte del puzle, y ello asegura que la uniformidad es algo difícil de conseguir. No se puede plantear el desarrollo de un sistema único para todas las administraciones porque cada una, en cada localidad, tiene sus peculiaridades que deben ser oídas y consideradas.
Solo en los puntos clave será necesario establecer elementos comunes a varias administraciones, en forma de sistemas en entidades superiores de la administración que, mediante mecanismos que garanticen la seguridad, permitan compartir información con otros subsistemas. El resultado será por tanto no un gran sistema sino muchos sistemas pequeños e independientes que interactúan entre ellos en donde es necesario.
En un modelo de este tipo las grandes consultoras no solo no pueden ser competitivas sino que no pueden realizar con éxito el proyecto.
Y aquí además es dónde se debe apelar a la misión economico-dinamizadora de la Administración Pública: las administraciones públicas tienen la misión de invertir el dinero y conducir el gasto de forma no solo responsable sino además positiva para el bienestar de la sociedad y de los modelos económicos y de mercado del país. Es decir: no se puede volver a cometer el error de reconducir el gasto público hacia grandes monopolios, o hacia sectores condenados a muerte. Hay que fortalecer el tejido empresarial y la economía del país aprovechando el gasto público, no incrementándolo gratuitamente, sino conduciéndolo en la dirección correcta.
El modelo que a mi parecer, sin ser un experto, puede hacer a España fuerte, es el de pequeñas empresas, muy competitivas. En este modelo ninguna empresa soporta un peso específico excesivo, y por las características del mercado, todas son dinámicas y flexibles y se adaptan al medio para asegurar la supervivencia. Desaparecen los grandes riesgos, la riqueza se reparte de forma más equitativa (porque el beneficio por empleado se reduce drásticamente) y se dificulta la evasión fiscal (las pequeñas empresas no montan sociedades de inversión ni otros mecanismos de evasión o reducción de la presión fiscal).
La modernización de la administración, bien planteada, puede ser el mejor motivo para alimentar este modelo de tejido empresarial basado en pequeñas empresas, aprovechando la reconversión de los procesos de gestión y su adaptación a Internet para reconducir el gasto (que, no lo olvidemos, terminará retornando en un ahorro) hacia muchas pequeñas empresas que puedan realizar estas tareas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario