Supongamos que una persona dispone de un recurso (por ejemplo, dinero) X, y dispone de varias alternativas en las que invertir ese recurso para obtener beneficio. El coste de oportunidad al elegir una de las alternativas representa lo que se deja de ganar por no invertir ese recurso en otras alternativas.
La conclusión básica es que se buscará siempre la alternativa más rentable a la hora de invertir. Cuando se plantea así, no hay en ello ningún mérito.
Sin embargo en otras ocasiones el realizar una inversión no se plantea como elegir entre un conjunto de alternativas. Simplemente tenemos una idea e invertimos nuestros recursos (tiempo, dinero, trabajo) en la misma. En ese caso olvidamos valorar el coste de oportunidad, es decir, a qué estamos renunciando al invertir en esa idea.
Un caso concreto en el que este "Coste de oportunidad" adquiere un valor especial es el del estudiante (normalmente universitario) que puede emprender. Normalmente la valoración que se realiza desde el punto de vista del estudiante prima los estudios, el finalizar la carrera pronto, frente a la posibilidad de emprender. Da un coste de oportunidad muy alto a la alternativa de iniciar una empresa, y por eso pocos estudiantes optan por lanzarse mientras aún son estudiantes. Propongo a continuación un planteamiento distinto.
La oportunidad a coste cero
Antes de empezar, un aviso al lector: Uso el término coste cero, porque lo de gratis ya está muy devaluado y suena casi a estafa.
Veamos la oportunidad que tiene un estudiante de iniciar una empresa desde un punto de vista diferente. Para ello estudiemos primero las circunstancias típicas de un estudiante de una titulación de grado medio o superior. Este estudiante está financiado normalmente por sus padres, dispone de vivienda, alimento y una cobertura básica de sus necesidades. Además esta financiación es "a fondo perdido", ya que los padres no reclaman un retorno.
Cuando el estudiante finaliza sus estudios, se espera de él una inmediata incorporación exitosa al mundo laboral. Normalmente el primer trabajo será uno de esos trabajos basura que rechazaríamos si no fuese por la presión de encontrar el primer trabajo.
Supongamos que nuestro estudiante quiere optar por iniciar una empresa en el momento de finalizar su carrera. En ese caso deberá afrontar un período de tiempo (en torno a dos años para muchos casos) durante los que no obtendrá beneficios: trabajará, invertirá y con suerte cubrirá los gastos de la inversión. Aquí aparecen papá y mamá que normalmente capitalizarán esa inversión en forma de manutención del emprendedor hasta que este pueda cubrir sus crecientes necesidades con sus ingresos.
Ese escenario da miedo: Acabas de terminar la carrera, todos esperan que empieces a ganar dinero, y lo que tu planteas es seguir pidiendo dinero y trabajando en algo en lo que pocas personas van a confiar. ¿Quién se atrevería a dar el paso? Pues, por desgracia, poca gente.
Movamos ahora el inicio de la actividad a dos años antes. El estudiante, que aún no ha terminado, tiene todas las comodidades de la vida estudiantil sin responder por ello; son factores ya asumidos. Papá y mamá pagan religiosamente los gastos del estudiante con el sentir del deber cumplido: dale a tu hijo la formación que necesita.
Si en este momento el estudiante decidiese emprender, no tendría gastos a los que hacer frente más que los imprescindibles para iniciar la actividad. Si plantea correctamente su proyecto empresarial, podrá encontrar un mecanismo de trabajo en el que, aunque los márgenes sean pequeños o inexistentes, la inversión necesaria sea mínima.
Por ejemplo si necesita maquinaria para la fabricación del producto o la prestación del servicio, y esta tiene un coste que no puede asumir, tendrá que buscar alternativas en las que pueda alquilar esa maquinaria sólo cuando tenga garantizada la venta.
En este escenario ser emprendedor solo tiene un coste de tiempo, una penalización en la obtención del título. Esa penalización, no obstante, es asumida por papá y mamá, de modo que el emprendedor puede compaginar ser estudiante con empresario (lo cual al principio no supondrá una carga de trabajo suficiente como para impedir completamente el estudio) y mantener esta situación varios años sin incurrir en ningún coste.
Conclusiones
La conclusión es clara: si siendo estudiante decides emprender, no tienes que costearte tus gastos, y puedes invertir un tiempo que "te sale gratis", de modo que cuando termines la carrera (quizás con un poco de retraso) tendrás una empresa ya funcionando y empezando a generar beneficios.
La idea la he probado yo personalmente y el resultado es, hasta ahora, satisfactorio. Ánimo a los futuros emprendedores. Cuanto antes empecéis, antes veréis frutos y menos barreras os encontraréis.
La conclusión básica es que se buscará siempre la alternativa más rentable a la hora de invertir. Cuando se plantea así, no hay en ello ningún mérito.
Sin embargo en otras ocasiones el realizar una inversión no se plantea como elegir entre un conjunto de alternativas. Simplemente tenemos una idea e invertimos nuestros recursos (tiempo, dinero, trabajo) en la misma. En ese caso olvidamos valorar el coste de oportunidad, es decir, a qué estamos renunciando al invertir en esa idea.
Un caso concreto en el que este "Coste de oportunidad" adquiere un valor especial es el del estudiante (normalmente universitario) que puede emprender. Normalmente la valoración que se realiza desde el punto de vista del estudiante prima los estudios, el finalizar la carrera pronto, frente a la posibilidad de emprender. Da un coste de oportunidad muy alto a la alternativa de iniciar una empresa, y por eso pocos estudiantes optan por lanzarse mientras aún son estudiantes. Propongo a continuación un planteamiento distinto.
La oportunidad a coste cero
Antes de empezar, un aviso al lector: Uso el término coste cero, porque lo de gratis ya está muy devaluado y suena casi a estafa.
Veamos la oportunidad que tiene un estudiante de iniciar una empresa desde un punto de vista diferente. Para ello estudiemos primero las circunstancias típicas de un estudiante de una titulación de grado medio o superior. Este estudiante está financiado normalmente por sus padres, dispone de vivienda, alimento y una cobertura básica de sus necesidades. Además esta financiación es "a fondo perdido", ya que los padres no reclaman un retorno.
Cuando el estudiante finaliza sus estudios, se espera de él una inmediata incorporación exitosa al mundo laboral. Normalmente el primer trabajo será uno de esos trabajos basura que rechazaríamos si no fuese por la presión de encontrar el primer trabajo.
Supongamos que nuestro estudiante quiere optar por iniciar una empresa en el momento de finalizar su carrera. En ese caso deberá afrontar un período de tiempo (en torno a dos años para muchos casos) durante los que no obtendrá beneficios: trabajará, invertirá y con suerte cubrirá los gastos de la inversión. Aquí aparecen papá y mamá que normalmente capitalizarán esa inversión en forma de manutención del emprendedor hasta que este pueda cubrir sus crecientes necesidades con sus ingresos.
Ese escenario da miedo: Acabas de terminar la carrera, todos esperan que empieces a ganar dinero, y lo que tu planteas es seguir pidiendo dinero y trabajando en algo en lo que pocas personas van a confiar. ¿Quién se atrevería a dar el paso? Pues, por desgracia, poca gente.
Movamos ahora el inicio de la actividad a dos años antes. El estudiante, que aún no ha terminado, tiene todas las comodidades de la vida estudiantil sin responder por ello; son factores ya asumidos. Papá y mamá pagan religiosamente los gastos del estudiante con el sentir del deber cumplido: dale a tu hijo la formación que necesita.
Si en este momento el estudiante decidiese emprender, no tendría gastos a los que hacer frente más que los imprescindibles para iniciar la actividad. Si plantea correctamente su proyecto empresarial, podrá encontrar un mecanismo de trabajo en el que, aunque los márgenes sean pequeños o inexistentes, la inversión necesaria sea mínima.
Por ejemplo si necesita maquinaria para la fabricación del producto o la prestación del servicio, y esta tiene un coste que no puede asumir, tendrá que buscar alternativas en las que pueda alquilar esa maquinaria sólo cuando tenga garantizada la venta.
En este escenario ser emprendedor solo tiene un coste de tiempo, una penalización en la obtención del título. Esa penalización, no obstante, es asumida por papá y mamá, de modo que el emprendedor puede compaginar ser estudiante con empresario (lo cual al principio no supondrá una carga de trabajo suficiente como para impedir completamente el estudio) y mantener esta situación varios años sin incurrir en ningún coste.
Conclusiones
La conclusión es clara: si siendo estudiante decides emprender, no tienes que costearte tus gastos, y puedes invertir un tiempo que "te sale gratis", de modo que cuando termines la carrera (quizás con un poco de retraso) tendrás una empresa ya funcionando y empezando a generar beneficios.
La idea la he probado yo personalmente y el resultado es, hasta ahora, satisfactorio. Ánimo a los futuros emprendedores. Cuanto antes empecéis, antes veréis frutos y menos barreras os encontraréis.
Sabias palabras. Yo tuve una idea de negocio justo al acabar la carrera, y me arrepiento de no haberla llevado a cabo..
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